No hemos estado escondidas entre bambalinas aunque lo hayan intentado. ¿Quieres conocer cómo ha sido nuestra introducción al arte escénico?
¡Te lo contamos!
Las sacerdotisas
El teatro ha estado asociado a un origen ritual y/o mistérico, de culto y de dedicación a los dioses y a los elementos con el fin de mantener o restaurar el orden del universo. La presencia de la mujer en este tipo de rituales nos traslada al Antiguo Egipto, concretamente, a los ritos de fertilidad de Isis durante los cuáles se recitaban himnos y escenas. En sus letras, escritas por ellas mismas, se narraban los mitos sobre la vida de la diosa.
Mujeres protagonistas de mitos pero… ¿Actrices? Mejor no…
Aunque se tiene constancia de cultura cantada y recitada, en la Antigua Grecia no dejaba de relegarse a un ámbito religioso. Poco a poco fue apareciendo el denominado teatro culto (compuesto por las tragedias y comedias de los grandes autores). En su representación, los actores eran todos hombres y aunque muchas mujeres eran las protagonistas de estas historias (Antígona, Electra, Medea…), se servían de chicos adolescentes por su voz más tenue para realizar su papel. También se vestían con los ropajes propios femeninos de la época y usaban máscaras decoradas propiamente para su representación.
¡Una mima emperatriz!
El carácter romano es muy diferente al griego en cuanto al enfoque de las Artes Escénicas. Mientras los griegos lo percibían como algo más ritual y educativo, los romanos… digamos que les iba más la marcha.
El teatro se situaba dentro de los ludi scaenici (categoría a la que también pertenecían otros juegos como las luchas de gladiadores, las carreras y juegos circenses). Es cuando entonces se les permite participar dentro del género del mimo. Se representaba sin máscara y eran escenas de la vida cotidiana y doméstica con un alto componente gestual y descarado. De hecho, el mimo, con el tiempo, acabó convirtiéndose en el género romano por excelencia y quedó como única representación escénica.
Existía el papel de la actriz (mimae) y directoras (archimimae) dentro de esas agrupaciones escénicas. Aparece en la historia el nombre de Teodora, la mima que llegó a ser emperatriz con su esposo Justiniano, donde destacó por sus danzas sobre corceles y por ser mecenas de las artes.
Un poco “a medias”
Con la llegada del cristianismo, el teatro quedó prohibido durante varios siglos. Lo que sí que afloró en la Edad Media fue un teatro de carácter religioso, el conocido como drama litúrgico, cuyo objetivo era divulgar las Sagradas Escrituras. Estos eran interpretados por los propios sacerdotes y resto de eclesiásticos (siempre del género masculino). Las mujeres no podían formar parte de ellas porque se consideraba que no debían tener un papel protagónico dentro de la Iglesia ni en tramas de la Biblia (aunque, irónicamente, en actos representativos como el Quem Quaeretis, algunos de los personajes principales eran muchas mujeres María Madre, Salomé y Magdalena).
Poco a poco aparecen figuras representativas del teatro popular como los juglares y trovadores y… ¡sorpresa! Hay constancia de la existencia de mujeres viajando con ellos denominadas también juglaresas y trovadoras que cantaban, bailaban y representaban diálogos. En España (s. X, XI y XII) se les llamaba cantaderas o soldaderas. Como no, esto no estaba exento de acusaciones de inmoralidad.
La gallega María de Balteira (nombrada en Las Cantigas de Santa María) fue una de las soldaderas más cotizadas. Componía, escribía y cantaba y tocaba instrumentos.
También se habla de Roswitha de Gandersheim, una monja sajona considerada de las primeras dramaturgas, cuyas obras (aunque se dice que solo estaban destinadas a su representación en el convento), tenían un matiz de ironía y humor, ridiculizando la jerarquía y la sexualidad masculina.
Renaciendo
En 1545 se profesionaliza la profesión de actor, pero no es hasta 1560 cuando en Roma aparece una figura que prueba la presencia de una mujer en una compañía de actores profesionales. Eso sí… ¡no iba a ser tan fácil! La condición era que estuviesen casadas aunque (menos mal) poco a poco desapareció esa tendencia. Algunas de las actrices más reconocidas fueran Isabella Adreini o Barbara Flaminia. En España no es hasta 1587 cuando se emite un Decreto que las autoriza como actrices.
Estas eran altamente cotizadas y llegaron a ser representantes de una cultura de élite. Algunas desempeñaban actividades empresariales de teatro y dirección de actores.
Siglo de Oro
Dentro de las cómicas de la legua (compañías itinerantes que se desplazaban de pueblo en pueblo) destaca la famosa Mª Inés Calderón “La Calderona”, una de las primeras actrices de los Corrales de Comedias. Otros nombres muy sonados fueron La Caramba, Rita Luna o La Tirana.
A pesar de todo, en aquellas compañías que no contaban con suficientes mujeres, los jóvenes eran los encargados de cubrir sus papeles.
También había mujeres dedicadas a la composición de textos de teatro, poesía, autos sacramentales o loas como María Zayas o Ana Caro Mallén de Soto.
Sustituidas por hombres disfrazados o con un pie en el infierno, lo que está claro es que no ha sido fácil subirnos al escenario. Eso sí, va a ser complicado hacernos bajar.